La chica guapa de lingüística

Alguna vez, un maestro —ya jubilado— me comentó “La lingüística es la chica guapa que llegó a la fiesta sin que nadie la invitara. Al principio, todos la querían pero ahora nadie sabe qué hacer para que se vaya.” Así, es. La Facultad de Filosofía y Letras ha tenido muchas fiestas (y no hablo de las que organiza el Consejo Estudiantil, cualesquiera que sea) a las que han asistido multitud de invitados. En su fundación, después de haber sido creada como Escuela de Verano, la facultad se instituyó como Facultad de Filosofía, Artes y Ciencias.

Por varios años, nuestra facultad estuvo brincando de casa en casa hasta que su trasero encontró un buen asiento en Ciudad Universitaria. Desde entonces, incontables carreras han emanado de sus entrañas: Ya no eran sólo la filosofía y las letras, sino la historia, las ciencias, la psicología, la música, la bibliotecología, la sociología, la pedagogía y, finalmente, (suspiro) la lingüística.*

No es que tenga algo en contra de la lingüística en sí. En verdad es muy guapa, y en mi formación, frecuentemente, tuve que bailar con ella. Y no bailé tan mal. Pero la 'lingüística aplicada' es otra cosa. Y la pedagogía que brinca por ahí cada vez se diferencia menos del normalismo de las escuelas superiores. Y los estudiantes son, todavía, otra cosa.

Por eso, sin demasiado preámbulo, yo opino que se vayan. Sí, que se vayan tanto los alumnos como las carreras de lingüística y pedagogía. Que busquen su propio terruño. Que sigan los pasos de música y psicología y nos abandonen. ¿Y por qué mejor no se van los letrosos y los filósofos y los cuantos bibliotecólogos que andan por ahí perdidos? Porque no. Y no porque hayamos llegado primero, no, tampoco porque seamos menos, muchos menos, sino porque incluso los lingüistas tendrán que reconocer que el espacio les queda chico. Ni el nuevo Cepadih los logrará contener si siguen creciendo y ¿hacia dónde más pueden crecer? No. Mejor que se vayan. Que se lleven también el Servicio Comunitario, hasta que comprendan la diferencia entre humanismo y humanidades.

Y luego está la otra cuestión. Si se van los lingüistas y los pedagogos, ¿quién nos va a mantener? Por un lado está el Centro de Idiomas pero se pueden considerar otros puntos. A excepción del Colegio de Historia, los colegios que defiendo mantienen un bajo padrón de maestros. El grueso de la población docente, como el de la población estudiantil, está representado por lingüistas y pedagogos. La lógica es simple. Si ellos se van, habrá menos maestros y se necesitarán pocos alumnos para solventar los gastos que surjan, incluido el salario de nuestros docentes. Por lo demás, como la mayoría están bajo contrato y no de planta, el dinero que tendría que recaudarse sería poco y quizás (quiero soñar) hasta bajaría nuestra cuota interna.

Además, sin lingüistas y pedagogos no nos veríamos en la necesidad de 'invertir' en más infraestructura para la facultad. Nosotros no ocupamos 'su' tecnología. Nosotros no ocupamos laboratorios, ni aulas inteligentes con computadoras. Nosotros sólo ocupamos un aula (a veces ni eso, varias veces escuché algunas buenas cátedras en las ahora extintas jardineras y en los pasillos), un maestro, libros —sobre todo libros—, y un espíritu que en verdad busque alentar la llama de la verdad. Austeridad, pues.

*Los nombres han cambiado pero los actores son los mismos.